Protección y cuidado en los Ejercicios Espirituales de San IgnacioProtección y cuidado en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio

1. Introducción al tema:

Dentro de la espiritualidad cristiana hay muchas maneras de expresar la protección y el cuidado de Dios, pero voy a delimitar el campo del concepto de “cuidado” al de la “sanación o curación de heridas” (ante todo psicológico-afectivas), y el campo del concepto de “protección” al de la “liberación o prevención de las ataduras demoníacas”.

2. Planteamiento del problema: ¿Conviene hablar específicamente de sanación y de liberación durante los ejercicios espirituales (= EE) teniendo en cuenta que la experiencia espiritual en sí misma es sanadora y liberadora?

Como fundamento tenemos el ejemplo de Jesucristo, que integró armoniosamente sanación, liberación y perdón (tres maneras diferentes de manifestar el amor que tenía por nosotros). Si no acogemos en todos sus aspectos el amor de Jesús por nosotros, ¿cómo podremos vivir su mandato: “Os doy un mandamiento nuevo: Amaos unos a otros; como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros.” (Jn 13, 33)?

Veamos dos ejemplos: en el caso de la curación de los diez leprosos (Lc 17, 11-19) uno de ellos es salvado por su respuesta de fe y gratitud hacia Jesús (a diferencia de los otros nueve, que sólo fueron curados); tenemos también el caso del joven endemoniado que al ser liberado por Jesús no sólo recuperó su salud, sino que también hizo crecer la fe de su padre en el poder de Jesús (Mc 9, 14-27).

Por otra parte, tenemos la práctica litúrgica y pastoral de la Iglesia Católica: hay un sacramento específico dedicado a la curación (la unción de los enfermos) y también hay un sacramental dedicado a la liberación, el exorcismo solemne (además de los exorcismos simples presentes en el catecumenado y en el bautismo). Esta práctica secular muestra por sí sola la validez de un tratamiento específico de la sanación y de la liberación que no puede ser simplemente absorbido por el proceso espiritual en general (el perdón de los pecados, el discernimiento de la voluntad de Dios, la penitencia, etc). ¿Entonces la experiencia espiritual no es sanadora y liberadora? Por supuesto que sí, pero la práctica de la Iglesia Católica nos muestra que hay casos en que no basta con una aproximación general e indirecta a la sanación y a la liberación.

Con estos preámbulos, el problema que se plantea es el siguiente: ¿cómo integrar armoniosamente el aspecto de la sanación y de la liberación dentro de la experiencia de los ejercicios espirituales? Si mezclamos una experiencia que tiene una lógica espiritual con los aspectos de la sanación y de la liberación, ¿no nos arriesgamos a diluir la experiencia espiritual en una experiencia psicológica? ¿No convendría hacer una experiencia aparte, centrada en la sanación y/o en la liberación, según las necesidades de cada persona? Intentaremos responder a esta pregunta a continuación.

3. Integrando armoniosamente la sanación y la liberación dentro de los EE

Preguntémonos por los tipos de candidatos que podrían venir a hacer EE. En un extremo tenemos a las personas que no tienen ningún problema de sanación ni de liberación: en este caso, si se trata de EE individuales, no sería pertinente tratar el tema, aunque, si la persona no lo conoce, convendría informarla para enriquecer su capacidad de discernimiento (para sí misma o para ayudar a otros en el futuro). En el otro extremo, tenemos a las personas con problemas graves de sanación y/o de liberación: en estos casos no conviene hacer los EE, sino que conviene centrarse primero en una terapia psicológica o en una oración de liberación para afrontar el obstáculo que los está entorpeciendo gravemente en su camino. Y finalmente tenemos a las personas que tienen problemáticas leves de sanación y/o de liberación (la mayoría): en estos casos conviene integrar armoniosamente sanación, liberación y conversión para que tengan una experiencia lo más integradora posible.

4. ¿Cuál es el lugar de la sanación y de la liberación en el proceso de los EE?

Sobre todo, en la primera etapa o “la primera semana” de los EE, que siempre ha estado centrada en la conversión, en el encuentro con la misericordia de Dios que perdona nuestros pecados. La primera etapa de los EE se centra en la transformación que nos permite vencer los obstáculos que nos alejan de Dios y de su voluntad (sobre todo el pecado); por lo tanto, abordar la sanación de las heridas y la ruptura de las ataduras entra dentro de la lógica de san Ignacio de Loyola, que define sus EE en el nº 21 con esta finalidad: “para vencerse a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea” (es decir, que las heridas y las ataduras pueden entrar en la categoría de las “afecciones desordenadas”, o sea, las influencias que recibe nuestra libertad y que tienden a alejarnos de la voluntad de Dios). Además, san Ignacio nos dice en una regla de discernimiento (cf. nº 327) que nuestro enemigo, el demonio, se comporta como un jefe militar, que nos ataca por nuestros puntos débiles; si el demonio se apoya en nuestras heridas y en nuestras ataduras para tentarnos más eficazmente, ¿es prudente ignorarlas en nuestro esfuerzo de conversión? No parece ser la posición de san Ignacio, que en el coloquio que propone hacer en el nº 63 de los EE, nos invita a meditar sobre los elementos internos y externos que nos conducen al pecado y así poder combatirlo eficazmente.

Por otra parte, en la primera etapa de los ejercicios san Ignacio busca que el ejercitante alcance la libertad interior suficiente para poder hacer un buen discernimiento de la voluntad de Dios, y el hecho de sanar heridas y cortar ataduras puede ser una gran ayuda en ese sentido.

San Ignacio busca la transformación de nuestra afectividad (a través de la conversión y del conocimiento interno de Jesús) para que esté bien integrada con las decisiones tomadas para seguir el camino de la caridad.

La sanación y/o la liberación pueden tratarse explícitamente en una conferencia dentro de los EE, pero pueden ir apareciendo de manera transversal a lo largo de todo el proceso. ¿Vamos a rechazar la sanación y la liberación si nos ayudan en nuestro camino de conversión? ¿no sería eso enterrar los talentos que el Señor nos da?

5. Conclusión

Los ejercicios espirituales buscan fortalecer y educar nuestra libertad para que podamos escuchar y responder a la llamada de Cristo de manera adulta; son todo lo contrario a las prácticas de sanación y de liberación donde la víctima queda infantilizada y pasiva, dependiente de los especialistas o de los que tienen los carismas de sanación o de liberación. En los ejercicios espirituales, cuando integramos la sanación y la liberación para potenciar nuestra conversión y nuestro seguimiento de Cristo, no podemos sino crecer y madurar en nuestra identidad cristiana.

Pero terminaré diciendo que, la culminación de la sanación o de la liberación, es no preocuparse más por la sanación y por la liberación, sino dejar de mirarse a sí mismo y mirar a Dios y a nuestros hermanos: en definitiva, entrar en la dinámica de la caridad, que nos hace salir de nosotros mismos para amar como Cristo ha amado. Como dijo san Ignacio al final del nº 189 de sus ejercicios espirituales: “Porque piense cada uno que tanto se aprovechará en todas las cosas espirituales, cuanto saliere de su proprio amor, querer e interés.”

P. Francisco Javier Sanuy, cpcr

En los ejercicios espirituales, cuando integramos la sanación y la liberación para potenciar nuestra conversión y nuestro seguimiento de Cristo, no podemos sino crecer y madurar en nuestra identidad cristiana.

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