Dios manifiesta su voluntad a través de la moción interior del Espíritu, que «guía a la verdad entera» (cf. Jn 16, 13) y también a través de múltiples mediaciones externas. En efecto, la historia de la salvación es una historia de mediaciones que de alguna forma hacen visible el misterio de la gracia que Dios realiza en lo íntimo de los corazones.
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica publicó la Instrucción El Servicio de la Autoridad y la Obediencia,2008
*Artículo de la revista Avanzar de enero 2024
LA AUTORIDAD COMO SERVICIO
En este artículo me quiero referir a algunos aspectos que tienen que ver con el ámbito de las relaciones pastorales, donde no tener claras determinadas premisas, podría llevarnos a una “adulteración” con consecuencias graves para las personas que pastoreamos y que se nos han confiado para cuidar. Es por eso que es tan importante revisar entre otros el concepto de autoridad. Cuando no se tienen claros los parámetros desde los cuales, ejercer un determinado cuidado pastoral, bien sea como acompañante, director espiritual, mentor, catequista o superior/a, se puede estar “abonando” un caldo de cultivo muy nocivo y peligroso, que termine desembocando en determinados abusos de poder, autoridad o de conciencia, sexuales o económicos.
En primer lugar, hemos de tener en cuenta, que las relaciones pastorales son relaciones que se dan normalmente en un ambiente de asimetría de poder (director/a espiritual, formadora/or, superiora/or, confesor, capellán, etc.). Dicha “asimetría” no puede ser instrumentalizada para anular al otro e intervenir en la vida de quien acompañamos, ni siquiera bajo pretexto de que buscamos su bien. Cuántas personas de la vida consagrada, o de movimientos apostólicos, han quedado profundamente dañadas en su integridad personal, por haberse visto invadidas sistemáticamente, ninguneadas y humilladas, por quienes presuntamente tenían algún tipo de ascendencia o autoridad respecto de ellas.
Quien acompaña, o forma, o ayuda a discernir, o perdona los pecados, etc., tiene una autoridad recibida y respaldada por la Institución eclesial (responsabilidad corporativa), para ejercer legítimamente ese poder o función. Quien ejerce esa autoridad, ese poder, frente a otras u otros en las relaciones pastorales, es el o la responsable de la relación y de lo que suceda en ella. Se trata de una relación, donde la persona que tiene la autoridad representa la presencia de Dios y lo sagrado frente a quien acompaña. Y quien es acompañada/o, se fía de la Institución (Iglesia, Congregación) que representa esa persona (sacerdote, religiosa, religioso).
Se abre y se desarma frente a esa persona entregándose a ella en plena confianza (queda en un estado muy vulnerable). Esto siempre hemos de tenerlo en cuenta.
Un segundo aspecto a considerar es aquel que se trata de “lo sagrado” (vocación, discernimiento, respuesta a la voluntad de Dios, Obediencia-Autoridad, perdón de los pecados, etc.). Se desarrolla en la intimidad de dos personas: dos adultos (del mismo sexo o de diferente sexo), adulto y un joven (asimetría de edad), etc. La relación pastoral afecta la totalidad de la persona, aunque a veces hagamos separaciones, negaciones y represiones.
Esta persona que suele estar en búsqueda de una experiencia de Dios, de lo sagrado, acude a la persona que lo representa. Es por esto que conviene dejar muy claro, la distinción entre “Autoridad” y “Poder”. La autoridad debe entenderse como la facultad de ejercer legítimamente un poder o una función. Es así que tener autoridad, significa tener un poder.
Refiriéndonos a personas que reciben una autoridad (respaldados por una Institución), es fundamental dejar claro, que su poder no viene propiamente de su persona, sino de su relación con lo sagrado, con Dios, que es la fuente su poder.
Quien busca una relación pastoral de dirección espiritual, confesión o está en formación, la busca y se hace disponible porque existe al menos conscientemente un deseo de encontrarse con Dios, con lo sagrado, de discernir su vocación. Quien acompaña en esta relación, ayuda a la persona a discernir y lo que Dios quiere para ella y ha recibido en cierto modo una autoridad, un poder para ejercerlo. Es por eso que todo aquel que representa simbólicamente el contacto con lo sagrado, sea por su opción de vida, consagración y misión, -como puede ser: una religiosa, un sacerdote, un religioso, un laico, o un obispo -manifiesta y representa para los demás, en cierto modo, la presencia de lo sagrado, la presencia de ese “mysterium del tremendum y fascinans”. La atracción consciente o inconsciente a lo “sagrado”, en algunas culturas, más que en otras, (aquí entran los símbolos), influye no sólo en la percepción y el trato que se les da a estos representantes de lo divino, sino que también puede influir en la percepción que ellos tengan de sí mismos.
Y finalmente son relaciones que se dan en el marco de cierta intimidad. Este tipo de relaciones pastorales tienen algunas características:
De ahí la importancia de trabajar en las propias necesidades afectivas, que se hace necesario para poder acompañar y gobernar. La necesidad de todo ser humano es amar y ser amado, y hemos de evitar tanto, todo tipo de dependencias como de autonomías defensivas, o la búsqueda de estima por lo que hacemos para demostrar nuestro valer, o la búsqueda de un rol de importancia, o deseos de poder, etc.
Si no se trabajan estos aspectos, buscaremos consciente o inconscientemente afecto y poder, para compensar nuestras carencias, y nuestro “servicio” en definitiva, no será servicio sino un encubrimiento de nuestras debilidades e inconsistencias.
Enrique Martín Baena, cpcr
Pude sentir entonces que la oración intensa que facilitan los Ejercicios pone en orden nuestra estancia interior, y coloca a Dios en el lugar que le corresponde: en medio de la casa.