Es cierto que hoy en día la adolescencia comienza antes y termina más tarde.
La adolescencia empieza tras la pubertad, es decir, se deriva de ésta, ya que es la respuesta mental y social por los cambios físicos que se van presentando en las etapas durante el desarrollo de la adolescencia. Por tanto la pubertad y la adolescencia son términos estrechamente unidos. La pubertad hace referencia a los grandes cambios físicos, mientras que la adolescencia abarca aspectos emocionales, intelectuales y sociales.
Si bien la pubertad es un periodo marcado por un inicio y final, con el término de la infancia, la adolescencia sin embargo es una temporada más compleja de vislumbrar su final. El inicio de la adolescencia puede empezar tras la pubertad que será diferente según el sexo, pero no se puede precisar cuando termina, ya que depende de diversas variables como la educación, autonomía y economía.
Lo claro es que la adolescencia es un periodo de transición del cuerpo y mente del niño, que lo encamina hacia la adultez. Este periodo depende mucho de su entorno, cultura y sociedad, así como de sus características físicas.
Hoy si es novedoso, que el comienzo es más temprano, porque los niños entran mucho antes en contacto con contenidos adultos, con formas de conversación adultas. A una edad más temprana tienen que lidiar con temas más adultos. Y en cuanto a la pubertad tardía, antes a los 21 años la gente podía casarse, tener un trabajo, pagar impuestos, ahora se casan mucho más tarde, forman una familia a los treinta años y deciden después qué harán con su vida. También dependen de sus padres durante mucho más tiempo. No tienen independencia económica ni emocional, no construyen su propia vida. Cada vez hay más gente que realmente a los 27 años comienzan su etapa adulta. Entonces, si la adolescencia entendida como construcción de la identidad personal y, búsqueda del sentido de la vida, dura más, entonces se implementa de manera diferente y lleva más tiempo.
La adolescencia respecto a épocas anteriores ha cambiado en muchos sentidos. Hoy los niños están mucho más en contacto con contenidos de todo el mundo por las redes sociales, un adolescente español puede ver cómo viven los adolescentes en Estados Unidos, por ejemplo. Enfrentar más influencias culturales de otros países, lo que les crea es caos. Las redes sociales y las pantallas como tal lo cambian todo y mucho. Si se trata principalmente de encontrar la propia identidad, antes ésta estaba definida por mi cultura. Esto es mucho menos cierto hoy porque los jóvenes tienen muchas más opciones, pero indefinidas.
Las redes sociales y la postpandemia han cambiado las formas de comunicación, y por tanto las formas de crear relaciones entre los adolescentes. Las amistades se construyen de manera diferente. Se comunican mucho más a través de Internet que en la vida real, por poner un hecho real, una persona hacía algo estúpido y, después de un tiempo, todos lo olvidaban. Hoy, alguien hace algo estúpido y está en Internet. La gente inmediatamente lo graba en vídeo y lo envía a todo el mundo. Ya no son sólo tres amigos los que están allí, todo el colegio lo ve. Les resulta más difícil comunicarse y gestionar amistades, y mantener una conversación personal y mirarse a los ojos. En las redes sociales una persona puede mantener varias conversaciones a la vez. No tiene que mantener la atención y no tiene que estar muy cerca de alguien que esté teniendo una conversación profunda.
Los propios adolescentes suelen hablar en las redes sociales de cómo sufren la soledad, se sienten más solos, más perdidos y no tienen los referentes que antes tenían con lo cual sienten más síntomas de depresión, ansiedad y soledad. Por no tocar los índices de suicidio, que agravan una preocupación real en nuestro día a día.
El mayor desafío para los padres es ser una referencia para ellos. Un adolescente necesita un referente que le sirva de apoyo, necesita la certeza del ejemplo de un adulto. Y lo más difícil es gestionar las propias emociones de ser padre de adolescentes. La mayoría de los padres están trabajando, ambos están cansados y tanto los padres como los niños usan excesivamente las redes sociales. Tienen mucha información sobre cómo ser buenos padres, qué hacer, qué no hacer… el cómo fueron criados no tiene nada que ver con cómo tienen que ser padres hoy. Lo más difícil es gestionar tus propias emociones cuando el adolescente se porta mal contigo, cuando responde de mal humor. Los adolescentes saben cómo sacar lo peor de un adulto. Hay que ser un referente incluso en un momento así.
Al mismo tiempo, lo primero que le viene a la mente a un padre es la necesidad de tener las cosas bajo control. Los adolescentes causan inseguridad en los padres. Éstos quieren ayudarlos, quieren que sean felices, por eso tienden a controlar las cosas.
En lugar de acompañar al adolescente en su proceso de formación de identidad, queremos tener las cosas bajo control por su bien. Es muy difícil pasar de este escenario al acompañamiento y aceptar que el adolescente crea su propio camino. Es un cambio de paradigma en la relación entre padres e hijos. El padre debe ser el que abandone. Tiene que regular la inseguridad que ésta le provoca para permitir que el adolescente cree su propia seguridad interior.
Aquellos padres que cambien la dinámica de la relación con sus hijos obtendrán resultados. Cuantos mayores sean los niños, más largo será el trabajo. Pero el padre que dice: “mira, lo siento, no supe hacerlo bien, pero quiero mejorar, construyamos juntos una relación sana”; un padre que está dispuesto a ser humilde pide perdón… Qué se dice a sí mismo y qué quiere trabajar en sí mismo para saber regular sus emociones, le ayudará para acercarse a su hijo.
¿Cuál es la clave para acompañar a un adolescente? La clave es no “ganarlo”. Es necesario tener una relación con él en la que haya respeto mutuo. Si queremos tener un hijo en la adolescencia, hay que respetarlo. Hay que mirar al adolescente con admiración. Hay que considerarlo como un igual, aunque todavía no lo sea del todo. Si el padre respeta al adolescente, lo respetará. Si los padres escuchan, el adolescente no lo escuchará, porque está en otra onda…. Pero tendrá el ejemplo de alguien que le escuche. Si el padre dialoga con él, es mucho más probable que él también dialogue con él. En otras palabras, trátelo como queremos que él nos trate. ¿Qué tipo de adulto queremos que sea el niño? Así es como debes tratarlo. Si el padre sólo le dice que hace las cosas mal, que es un vago, un maleducado, que no trabaja lo suficiente, poniéndoles etiquetas, entonces se quedarán en la cabeza y conciencia del niño, lo creerá, lo integrará en su forma de percibirse él mismo, y luego se comportará así. Si le dices: “… mira cómo te comportas, ese comportamiento me duele mucho, pero sé que eres un buen niño. Cuéntame qué pasó, cómo llegamos hasta aquí, por qué me hablas así, qué sucede contigo ¿Qué sientes? No aprobarás el comportamiento, sino las emociones, y se dialoga.
Uno de los problemas frecuentes es que los adolescentes simplemente no quieren hablar con sus padres. ¿Cómo superar esta barrera? Que se comuniquen menos, es parte de la búsqueda y construcción de la propia identidad. Tienen que diferenciarse de sus padres, por eso empiezan a tener su “jardín secreto”, su intimidad, sus cosas que no les cuentan a sus padres. Es normal, pero existe un saludable término medio que es, si los padres quieren que sus hijos adolescentes digan algo, tienen ellos que decir algo. Si nunca hablan de cómo son, de sus sentimientos, emociones, de lo que les cuesta, sus hijos tampoco se lo dirán.
Y si los padres empiezan a exigir, entran en “modo inquisidor”, el joven irá en la dirección opuesta. Entonces la clave es no juzgar, porque si el hijo dice algo y se siente juzgado o le dan soluciones fáciles, no dirá más. Cuando le dice a sus padres que tiene un miedo o que sus amigos no lo invitaron a una fiesta, y el padre le dice algo como que “no importa”, “habrá otras fiestas”, él ya no hablará más de sus problemas.Siempre debes reconocer la emoción que siente tu hijo. No un comportamiento, que puede ser desacertado, sino decirle, por ejemplo, que debe ser difícil. Que también nos pasó cuando éramos pequeños, que no nos invitaron a una celebración y lo sentimos mucho. Que lamentamos que tenga que pasar por esta situación. Crear una relación y vínculo, recordarle que también tenemos emociones y queremos entender su propia experiencia.
Lo primero real que los hijos ven es el amor que entre sus padres existe, es decir, como sus padres se entregan a sus hijos desde que fueron pequeños, pero sin olvidar que lo más importante que precisan es que los propios padres se amen y estén unidos. No es difícil intuir, aunque sea solo por lo que dicta la recta razón, que a veces se ha dejado de cuidar el vínculo esponsal del amor vivido desde la alianza sacramental. Todo ser humano aprende cómo debe tratar a las restantes personas desde el seno de su hogar, desde los primeros años de vida. Desde que son muy pequeños, sus padres han de manifestar prudente pero claramente su recíproco amor de padres, con actitudes, gestos y palabras:«Nunca agradeceré lo bastante a mis padres el que se abrazaran con cariño delante de mí”. Y es que el amor que no entra por los sentidos es como si no existiese. No olvidemos que lo único, radicalmente importante para la educación y el desarrollo de los hijos, es el amor recíproco de los cónyuges.
Otro tema es el mal humor. Los adolescentes tienen enormes aumentos hormonales y como resultado, pueden volverse más agresivos, más enojados, experimentan cambios de humor que no pueden controlar. Sin embargo, lo que sí pueden controlar es la acción. Hay que separar el estado de ánimo del comportamiento. Hay comportamientos que son intolerables y es necesario definir ciertos límites para que quede claro qué comportamiento no es aceptable. Pero la emoción es aceptable. Está claro que hay límites que no se pueden traspasar, pero permítale llorar, enfadarse, gritar. Y no es necesario tomarlo como algo personal y dramatizar.
Dar ejemplo, aunque el adolescente no quiera saber nada de nosotros. El ejemplo es muy importante porque es el esquema que sigue el adolescente. Esto es lo que él sabe, lo que ve todos los días. Por eso es de fundamental importancia que los padres tengan integradas sus estados emocionales, para ser coherentes.
La base es la confianza, que se conviertan en adultos maduros que puedan funcionar en el mundo. Por eso es necesario enseñarles a usar y conocer su libertad, cometer errores y aprender de ellos. Sobre todo, a engrandecer sus anhelos profundos que apenas conocen o simplemente darse cuenta de ellos. Pero ¿cómo podrán hacer uso de su libertad si la limitamos demasiado? Podría ser que en el futuro, se conviertan en personas difíciles de funcionar, o no saber encontrar marido o mujer. Querrán que un jefe les diga qué hacer porque no sabrán quiénes son, de qué son capaces, porque sus padres han restringido o diluido demasiado su libertad. Un niño puede cometer errores, pero debemos ser fuente de apoyo, no de condena.
Para resumir, la construcción de la propia identidad es más complicada hoy que antes, porque incluso las cosas que formaban la base de la identidad están siendo cuestionadas. ¿Cómo ayudar a adolescentes a construir su propia identidad? Nuevamente se trata de acompañamiento. Los padres bien intencionados, pero temerosos de los peligros de los tiempos actuales, tienden a imponer a sus hijos una determinada identidad, pero esto les lleva a rebelarse. Si los chavales se etiquetan, ya sea desde el lado bueno o malo, puede suceder que se sometan a esa etiqueta y no construyan su propia identidad y se den personalidades difíciles o limitantes.
Animo a aprehender a vosotros, padres, con un buen acompañamiento basado en un amor confiado.
Juntos estamos en una misión importante: proteger los valores